3/16/2008

PERIODISMO Y PATRIOTISMO

Por: Daniel Coronell
Semana- 03/20/2008

La tarea del periodismo es divulgar información, no ocultarla. No importa cuán noble sea el argumento invocado para callarse una noticia, el silencio informativo siempre perjudica la democracia. Menoscaba el derecho de los ciudadanos a conocer lo que hay detrás de las decisiones que toman -en nombre de las mayorías y con la plata de los impuestos- quienes ejercen el poder. Y acaba con cualquier posibilidad de control social.La invitación a la omisión noticiosa, generalmente, no se presenta como un acto de censura. Los funcionarios hablan, más bien, de un "llamado a la prudencia" inspirado en "los más altos intereses de la patria".Los intereses de la patria coinciden -siempre- con los del gobierno de turno.

Durante la administración Pastrana, por ejemplo, el comisionado de paz, Víctor G. Ricardo, le pidió a un canal de televisión callar una información que evidenciaba que las Farc -desde el inicio del despeje- se burlaban del gobierno y de los colombianos.Todo nació de un hallazgo periodístico. Un reportero comparó las imágenes de la ominosa parada militar del 'Mono Jojoy' con las del acto de entrega de unos revólveres a un grupo de policías cívicos de San Vicente del Caguán, por parte del comisionado de Paz. Y ¡Bingo! Encontró varios guerrilleros que pocos días antes habían desfilado con las Farc, recibiendo armas del gobierno, vestidos como guardias cívicos.El comisionado le pidió al periodista un día, para consultar su respuesta con el Presidente. Pero, en realidad, dedicó esa jornada a conversar con los accionistas del canal para impedir que la noticia saliera al aire. Les dijo que la "imprudente" publicación -y no el hecho descubierto- acabaría con el proceso, por eso les solicitó engavetarla a nombre del "fin supremo de la paz". Los dueños patrióticamente accedieron y el país se quedó sin conocer ese abuso de las Farc.
Tal vez el primero de una larga serie criminal que culminó, tres años después, con el secuestro de un avión comercial para llevarse al senador Jorge Eduardo Géchem. El mismo que acaba de regresar, después de seis años de infame cautiverio.Si esa burla inicial se hubiese revelado, probablemente el proceso de paz se habría acabado a tiempo o -quizá- habría existido un mayor escrutinio público para evitar que la guerrilla usara la zona despejada para delinquir. Además, por citar uno de mil ejemplos posibles, seguramente Géchem y los suyos se habrían ahorrado la pesadilla.
La verdad nunca hace daño. En cambio, la mentira y el ocultamiento están en la raíz de las tragedias sociales.Planteo esta reflexión porque a raíz del exitoso operativo militar que acabó con la vida del cabecilla Raúl Reyes, funciona un pacto silencioso para evitar preguntas incómodas sobre la operación y sus consecuencias. La mayoría de los medios viene reproduciendo, de manera acrítica, los comunicados oficiales. El asesor presidencial José Obdulio Gaviria pidió en una entrevista que la información relacionada con la incursión colombiana en Ecuador "se maneje con todo cuidado, prudencia, patriotismo e incluso pragmatismo… Los medios de comunicación colombianos le prestarían un gran servicio a la política de seguridad democrática no profundizando mucho, mientras no sean las propias autoridades".
Tal vez por cuenta de esa patriótica sugerencia nadie pregunta, por ejemplo, ¿por qué el único militar caído en la operación fue presentado, por el ministro Santos, como muerto por el ataque de las Farc, cuando ahora fuentes oficiales confirman que el soldado falleció porque un árbol le cayó encima? ¿Hubo o no fuego cruzado? ¿Se presentó la persecución en caliente?Ahora bien, ¿Le importan a alguien esas respuestas? Probablemente no. Las mayorías colombianas, por lo pronto, desean más creer que saber. Muchos sólo quieren conocer información que los reafirme en sus convicciones.Sin embargo, el deber del periodista es preguntar y publicar -incluso lo inconveniente- aun en contra del parecer mayoritario.